martes, 23 de agosto de 2011

El Oráculo de Delfos


El Oráculo de Delfos que es

El oráculo de Delfos constituye uno de los más grandes recintos sagrados que fueron dedicados al Dios Apolo; el mismo estaba ubicado en el centro del templo y los griegos acudían a el con la finalidad de preguntarle a los dioses acerca de las cuestiones más importantes que involucraban de alguna manera a su vida.

La historia antigua está salpicada de famosas profecías y no se libra ninguna batalla sin haber consultado previamente al oráculo. De este modo, le vaticina a Creso, rey de Lidia, quien no se decide a atacar a un temible vecino, que un poderoso imperio será destruido'. Creso interpreta la predicción en un sentido que lo favorece y ataca. Efectivamente, en unas semanas un poderoso imperio es destaúdo: pero es el suyo. Este ejemplo, así como cientos de otros similares, empaña la confiabilidad del oráculo: sus predicciones son tan vagas y pueden interpretarse de tantas maneras, que no pueden ser refutadas. Se plantea la siguiente interrogante: las profecías son obra de las pitonisas, toscas mujeres que profieren frases incomprensibles, o de sacerdotes letrados que las «traducen» y que son conocedores de las sutilezas de la política. 

En cuanto al oráculo, las opiniones de los autores antiguos están divididas. Plutarco, que fue sacerdote de Delfos, dejó numerosos opúsculos acerca de los cultos y los ritos, en los que no refuta a la tradición. Heráclito y Platón también defienden al oráculo, pero Esquilo, Eurípides y Tucídides se muestran escépticos. En cuanto a Heródoto, afirma creer en el principio del oráculo, pero reconoce que Delfos no está libre de corrupción. El oráculo, que es consultado por los reyes, posee, de hecho, una fuerte influencia política y los poderosos están conscientes de ello. En varias oportunidades, Esparta hace divulgar oráculos desfavorables para sus adversarios: en el siglo VI, Delfos aparece como el arma estratégica de una guerra psicológica entre las ciudades. Por el contrario, para el latino Cicerón no hay duda: en el De divinatione, denuncia al oráculo como un fraude. Efectivamente, en el curso de los siglos siguientes el mundo romano y luego el cristianismo destruyen la influencia del santuario. El muy cristiano emperador Teodosio es quien lo clausurará en el año 390. Oribase, enviado en el 362 durante el breve reinado de Julio el Apóstata para intentar restaurar el templo, ha recogido al último oráculo conocido: «Díganle al rey que el magnífico edificio se derrumbó. Febo ya no tiene ni siquiera una cabana, ni laurel profético, ni fuente murmullante; incluso el agua locuaz enmudeció...»

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